3 abr 2005

Fin del viaje



Uno puede ser profundamente ateo, como un servidor, y aún así darse cuenta de que ayer se fue un personaje muy importante, que ha hecho más de lo que puede parecer, y con una fuerte personalidad.
Se ha ido una persona que tenía gran determinación y empeño. Alguien que hasta el final de su vida viajó, estuvo presente en todos los actos públicos que pudo e intentó comunicarse con sus fieles, y lo que es más importante: con los que no son sus fieles.
Siempre me sorprendió el carácter universal de este hombre. Una persona al mando de una anquilosada Iglesia católica, que fue capaz de ver más allá de su propia religión para abrazar a las demás, promover un claro mensaje de paz y convivencia entre etnias y creencias religiosas. Un Papa que le dió un tirón de orejas a los líderes políticos que apoyaron, promovieron y llevaron acabo la guerra de Irak. Alguien que, cansado ya en el ocaso de su vida, dijo un día con voz temblorosa pero firme y desesperada "basta ya de guerras".
Ha intentado conciliar países y formas de pensar, visitando a infinidad de líderes de todo el mundo, pasando por los cinco continentes, en un afán de ir más allá del cargo que ocupaba, y tratando de llevar el mensaje que se supone que debe dar la Iglesia como institución de lo que representa; cosa que muchos obispos y demás cargos eclesiásticos parecen muchas veces olvidar.
Ha sido el primero en reconocer algunos de los errores históricos de la Iglesia (errores, atrocidades y demás, que no han sido pocas) y eso es algo importante, y una cuenta que esta institución tenía pendiente.
Es cierto que a la Iglesia católica le falta aún mucho camino por andar, para ser más sincera y humilde, pero este ha sido el primer Papa dispuesto a salir del Vaticano, transmitir su mensaje y aportar al mundo algo más que ceremonias lujosas y, en muchos casos, vacías.
Algo muy importante en su vida además, ha sido su país. Jamás lo olvidó, y luchó por su libertad, contribuyendo decisivamente al fin del comunismo en Plonia, la llegada de la democracia y la Paz a su querido país apoyando al sindicato "Solidaridad". Lógicamente, Karol Wojtyla es un ídolo y representa siempre una esperanza en Polonia.
En resumen, sin ser creyente se puede admirar a este hombre, no como Papa, sino como persona, ya que ha defendido valores tan humanos y básicos como la Paz y la convivencia hasta la muerte y ha tratado de ser más abierto y global (término de moda, ya que en el mundo moderno todo tiende a serlo) que sus antecesores, aún cuando su cuerpo no le respondía más; con una voluntad de hierro a pesar de 84 años de vida, marcados por una infancia y juventud dura en una Polonia atrapada entre los nazis y el comunismo radical, por la muerte temprana (a sus 20 años) de seres muy queridos, y por más de 100 viajes a sus espaldas.

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